
La agitación en la lentitud sacude las fibras a las cuales estamos atadas, nudos en una trama que se expande hasta traspasar los espacios entre y la piel sensible de los cuerpos que coreografían el tránsito interminable, la mirada en el infinito, las cargas y los pesos que donan su rigor a la voluntad de avanzar siempre hacia adelante. El caos no es desorden, es posibilidad. Como acción efímera pretendía una manifestación de lo que puede ser, también, una danza, que no se limita exclusivamente al espectáculo en escenarios. Hubiese podido configurarse un diálogo con los seres que de casualidad se encontraban allí, o condensarse la sustancia de lo que intentamos expresar, advertir, observar; nada de eso sucedió.
Nos contentamos con haber sido parte del paisaje y haber sido una semilla esparcida en múltiples campos mentales. Quizá alguno de ellos fue terreno fértil para una imagen o un juego. No lo sabemos, no tenemos que saberlo, no queremos saberlo. Pero sí queremos que la próxima vez, la gente sepa que tenemos raíz y que se puede conversar acerca de lo que conservamos como aliento diario. |